"Yo amo a los que me aman, Y me hallan los que temprano me buscan." (Proverbios 8:17)
Buscar, pedir, llamar... hay acaso cierto misterio detrás de las palabras del Señor Jesús cuando nos llama a buscar, pedir y llamar con la consecuente promesa dada a todos sin distinción, por cuanto nos dice que "todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá." (Mateo 7:8).
El mismo Pastor que vino a buscar a las ovejas perdidas, es el que nos llama a buscarlo. El mismo que puede darnos vida, es el que nos insta a pedirla. El mismo que nos llama a su reino eterno, es el que nos dice que llamemos para que se nos abra. Concluyo que Dios quiere que vayamos a Él, libremente, no bajo amenazas, sino como el padre que desea el amor de su hijo, como respuesta natural de lo que ese profundo vínculo significa. El afecto natural de un padre o una madre hacia un hijo, es un reflejo del amor "a los que son suyos" (2 Timoteo 2:19). Pero el amor tiene un obstáculo, es el impedimento del pecado. ¿Cómo puedo amar a una persona si me traiciona, o desprecia, o ignora, o insulta, o abandona, o es desagradecida, etc.?
El amor, enseñan las Escrituras, es el vínculo perfecto. Un vínculo entre personas. Nosotros somos personas que anhelan ser amadas, y amar. Es el profundo deseo de amar y ser amados lo que hallamos en el centro de nuestra existencia. Cuando leemos en la Biblia que Dios amó de tal manera al mundo que dio en sacrificio a su único Hijo, "para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3:16), encontramos a Dios haciendo posible lo que de otra manera no sería posible. Me refiero a la posibilidad de amar a alguien como a un hijo, como a nuestro propio hijo, aun cuando esa persona es alguien aborrecible, y que me aborrece.
Esta clase de profundo amor, relacional, vital, no se puede tener hacia una persona malvada. Dios aborrece al pecado. Y la realidad es que todo ser humano es pecador, somos mentirosos, todos nosotros hemos fallado miserablemente en amar a Dios por sobre todas las cosas, y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Por eso, la Escritura nos testifica de la mismísima voz de Dios declarando que Jesús de Nazaret, es el único Hijo amado en el cual Dios Padre tiene complacencia (Mateo 3:17). Y Jesús, el Cristo, no sólo murió para pagar el costo de nuestros pecados, sino que también vivió la vida justa y sin pecado que nosotros nunca vivimos. Es por eso que la Escritura declara: "el justo por los injustos, para llevarnos a Dios" (1 Pedro 3:18).
Nuestros anhelos por alcanzar la aprobación de cualquier persona se harían trizas si nuestro corazón, con sus pensamientos, deseos e intenciones, se viera al desnudo (sería como querer entrar a una celebración de alta sociedad en harapos). Somos criaturas dignas de lástima. La verdadera condición del corazón humano es la que la Biblia declara por pluma del profeta de Dios: "Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?" (Jeremías 17:9). Y también: "¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado. Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; No hay quien entienda No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno." (Romanos 3:9-10)
Para poder entender el amor de Dios revelado en la cruz del evangelio, necesitamos reflexionar en la aprobación o desaprobación que sentimos hacia las cosas que nos disgustan. El rechazo hacia una persona mala, es natural. Sentir la desaprobación de los demás, es, además de vergonzoso, un verdadero dolor que golpea nuestro ser interior. Cuando la Biblia nos dice que "todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios" (Romanos 3:23), ello implica que ninguno de nosotros puede agradar a Dios por sí mismo. El profeta Isaías es contundente al respecto, él escribió: "Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento." (Isaías 64:6).
Si alguien quiere ver en un espejo su alma, debe tomar los diez mandamientos, luego seguir con los mandamientos de Jesús en el Sermón del Monte (Mateo 5 al 7) y sus demás enseñanzas, y a ello añadir el mayor de los mandamientos según el Señor (Marcos 12:30), y entonces, considerar qué tan bueno sería realmente delante de Dios, luego de un juicio objetivo de sus obras, pensamientos, deseos e intenciones.
No hay cosa más dolorosa que el hecho de perder el amor de un ser querido. La separación definitiva. El abandono. Y es esto precisamente lo que el ser humano recibirá si es hallado sin el amparo de Cristo. Porque en la cruz del Gólgota, las primeras palabras que los evangelios registran son: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" (Marcos 15:34) Sabemos la respuesta: "Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él" (2 Corintios 5:21). Cristo tomó nuestro lugar, el lugar que cada uno de nosotros merece por derecho propio: la desaprobación y el rechazo de Dios: "la paga del pecado es muerte". El justo juicio de Dios es horrible para nuestra vanidosa y egoísta ceguera espiritual, pero es la verdad.
Sólo el Espíritu Santo puede llevarnos a abrir los ojos a esa verdad, y llegar a amar a Dios como a un Padre que ha sido propicio a nuestras maldades, faltas e injusticias:
"Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador." (Lucas 18:13)
"Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel
Después de aquellos días, dice el Señor:
Pondré mis leyes en la mente de ellos,
Y sobre su corazón las escribiré;
Y seré a ellos por Dios,
Y ellos me serán a mí por pueblo;
11 Y ninguno enseñará a su prójimo,
Ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor;
Porque todos me conocerán,
Desde el menor hasta el mayor de ellos.
12 Porque seré propicio a sus injusticias,
Y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades." (Hebreos 8:10-12)
"Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse." (Lucas 15:23-24)
Dios nos ha amado. Es un hecho consumado. Él ya ha dado al único Salvador del que se nos dice que "... por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor." (1 Corintios 1:30-31), porque "ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios." (1 Corintios 6:11)
Ahora, entonces, "Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero" (1 Juan 4:19).
Amamos al Padre, amamos al Hijo, nuestro Señor Jesucristo. Este amor proviene del gozo profundo que nace de la paz de un alma perdonada, recibida, lavada, justificada, redimida de sus maldades y miserias: una persona hecha hija de Dios por medio de Jesucristo (Juan 1:12). Sin este amor, toda religiosidad, toda creencia, será vana, mera presunción de un ego que nunca ha llegado a ser quebrantado por la verdad, la verdad en donde Dios es veráz y todo hombre mentiroso, en donde Cristo es el único Justo y Santo, y la humanidad toda, está en sus manos, para recibir la gracia del perdón y la adopción de hijos, o la ira y el enojo hacia los pecadores que rehusaron recibirle como Señor.
"Y les dijo: Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis. Entonces le dijeron: ¿Tú quién eres? Entonces Jesús les dijo: Lo que desde el principio os he dicho. Muchas cosas tengo que decir y juzgar de vosotros; pero el que me envió es verdadero; y yo, lo que he oído de él, esto hablo al mundo. Pero no entendieron que les hablaba del Padre. Les dijo, pues, Jesús: Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo. Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada. Hablando él estas cosas, muchos creyeron en él. Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; 32 y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres." (Juan 8:23-32)
Dios nos ha dado el amor de la verdad para ser hechos hijos suyos para siempre. Por eso, como dijo el Señor: "Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿o si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?" (Lucas 11:9-13)
Necesitas orar por estas cosas... pedile a Dios en oración, creyendo a sus palabras.
Dios te bendiga.
N.M.G.
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