El
moralismo es como un hombre que ofrece y reparte máscaras bonitas a gente desfigurada.
Es el vano intento de que los hombres se sientan mejores personas, cuando
siguen siendo malos por dentro.
Es por
eso que el evangelio de Cristo penetra hasta lo más profundo del corazón del
ser humano para partirlo y exponer toda su fea podredumbre.... entonces, y solo
entonces, la careta del moralista religioso cae, y la verdadera naturaleza
humana es transformada por el nuevo nacimiento que el Señor Jesucristo
únicamente puede dar a aquellos que se reconocen almas pobres, llenas de
manchas, arrugas y suciedad...
"Respondió
Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del
Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.
Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu,
espíritu es." (Juan 3:5-6).
Es el
Espíritu Santo el que le da testimonio a nuestro espíritu de que, al haber nacido
de nuevo, somos hijos de Dios (leer Romanos 8:16). Y ese Espíritu también nos
hace conscientes de lo que hay en el corazón del hombre y la mujer, un corazón engañoso y
perverso, más que todas las cosas (Jeremías 17:9).
Entonces,
lo que es nacido de carne, es carne, y como tal, el veredicto de un creyente
maduro y experimentado en una vida disciplinada como el apóstol Pablo, es: “¡Miserable
de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor
nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la
carne a la ley del pecado.” (Romanos 7:24-25).
Y unos versos antes el apóstol también afirma, “yo sé que en mí, esto es, en mi
carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo”
(v. 18) “Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está
en mí.” (v. 21).
¿Quiénes
estarán de acuerdo con estas afirmaciones del apóstol del Señor?
Solo
aquellos a quienes les fueron abiertos los ojos a la realidad espiritual, la
cual nos muestra tal y como realmente somos delante de la verdadera santidad de Dios, desprovistos de máscaras y caretas. Por eso,
a aquellos que se creen buenos, justos según sus méritos personales, o en sus
propios términos, se les ofrece este relato del Señor:
“Luego Jesús contó la siguiente historia a algunos que tenían mucha confianza en su propia rectitud y despreciaban a los demás: «Dos hombres fueron al templo a orar. Uno era fariseo, y el otro era un despreciado cobrador de impuestos. El fariseo, de pie, apartado de los demás, hizo la siguiente oración: “Te agradezco, Dios, que no soy como otros: tramposos, pecadores, adúlteros. ¡Para nada soy como ese cobrador de impuestos! Ayuno dos veces a la semana y te doy el diezmo de mis ingresos”. »En cambio, el cobrador de impuestos se quedó a la distancia y ni siquiera se atrevía a levantar la mirada al cielo mientras oraba, sino que golpeó su pecho en señal de dolor mientras decía: “Oh Dios, ten compasión de mí, porque soy un pecador”.
Les digo que fue este pecador—y no el
fariseo—quien regresó a su casa justificado delante de Dios. Pues los que se
exaltan a sí mismos serán humillados, y los que se humillan serán exaltados».”
(Lucas 18:9-14).
El
moralismo adornado de cristianismo es un falso evangelio, por eso, te invito a
reflexionar detenidamente en la siguiente declaración de un servidor de Jesucristo:
“Que
Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo les concedan gracia y paz. Tal como Dios
nuestro Padre lo planeó, Jesús entregó su vida por nuestros pecados para
rescatarnos de este mundo de maldad en el que vivimos. ¡A Dios sea toda la
gloria por siempre y para siempre! Amén.
Estoy
horrorizado de que ustedes estén apartándose tan pronto de Dios, quien los
llamó a sí mismo por medio de la amorosa misericordia de Cristo. Están
siguiendo un evangelio diferente, que aparenta ser la Buena Noticia, pero no lo
es en absoluto. Están siendo engañados por los que a propósito distorsionan la
verdad acerca de Cristo. Si alguien—ya sea nosotros o incluso un ángel del
cielo—les predica otra Buena Noticia diferente de la que nosotros les hemos
predicado, que le caiga la maldición de Dios. Repito lo que ya hemos dicho: si
alguien predica otra Buena Noticia distinta de la que ustedes han recibido, que
esa persona sea maldita. Queda claro que no es mi intención ganarme el favor de
la gente, sino el de Dios. Si mi objetivo fuera agradar a la gente, no sería un
siervo de Cristo.” (Gálatas 1:3-10 NTV).
Jamás aceptes
una máscara de cristiano (o su correlato: mera moralidad con "cristianismo"), antes bien, abrí tu corazón para que la poderosa palabra
de Dios te alumbre con la verdad y te de vida de lo alto, para que entonces puedas decir, desde lo profundo de tu ser: he pasado de muerte a vida, ahora puedo ver, realmente, la gloria del evangelio de Cristo el cual me amó y se entregó para rescatarme de mi propia maldad.
Amén.
Dios
te bendiga
Un amigo
de Jesús.
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